Ballerina

Una mujer danza sin música, calzada con unas zapatillas rojas.


Relato de la autora de ficción y directora de arte especializada en branding para escritores, Alessandra Alari

Sus zapatillas eran rojas. El resto de bailarinas llevábamos las bases sujetas con cintas marfil que apresan los tobillos, pero las de ella eran de un profundo tono granate. Saltábamos a su alrededor en majestuosos grand jetés, como delfines que celebran la llegada de Anfítrite.

Un, dos, tres, arabesque. Un, dos, tres, cuatro, retiré.

La conocí en clases para principiantes, si es que ella alguna vez fue algo de eso. Yo tenía cuatro años y un acusado sobrepeso, ella tres y un implante coclear. Decían que no podría girar debido al equilibrio. Los adultos suelen asumir que los niños son incapaces de hacer esas cosas que ellos no lograron. Sin embargo, yo me volví delgada y ella prima ballerina.

Un, dos, tres, pirouette. Un, dos, tres, cuatro, croisé devant.

Durante catorce años pasamos cada lunes, miércoles y viernes juntas. Aun así, jamás se aprendió mi nombre. Para ella no éramos compañeras, tan solo cisnes que comparten bandada, delfines de un mismo mar.

«Recordad sonreír» nos repetía la instructora. Y todas las niñas tensábamos nuestras comisuras. Todas menos ella, que fulminaba su reflejo como si fuese su única compañía en la habitación de espejos. Para entonces ya se había quitado el implante del oído y, en lugar de seguir los pasos, marcaba los que ella creía oportunos. El resto la seguíamos sin rechistar, sonrientes. Al menos hay algo que hago mejor que ella.

Un, dos, tres, arabesque. Un, dos, tres, cuatro, pirouette.

Las zapatillas rojas vinieron tras la graduación. Se las regaló una mujer que asumí que era su madre aunque no se parecían. Nada más calzarlas comenzó a bailar. Ella bailaba igual que el resto pestañeamos. Bailaba hubiera o no música, hubiera o no escenario, hubiera o no público. Las yemas de sus meñiques dibujaban parábolas ingrávidas y su espalda se arqueaba hasta derretirse sobre el suelo. Nunca sonriente, siempre magnífica.

Desde entonces lleva puestos esos zapatos. Los trae consigo antes de entrenar y se aleja de puntillas al terminar. Como si no tuviera uñas. Como si no tuviera dedos. Como si no tuviera pies. Tan solo pasos.

Una vez me la encontré haciendo un soubresaut en el supermercado, justo en mitad del pasillo de las conservas, hermosa y acompañada de un coro de latas de atún. Supongo que soy reemplazable por una sardina. Bailaba con las zapatillas rojas o las zapatillas rojas bailaban por ella, no lo sabría decir. Llegó un punto en que dejé de ver sus zapatos como un objeto ajeno a su corporeidad.

Un, dos, tres, penché. Un, dos, tres, cuatro, grand battement.

Ahora los focos del auditorio me deslumbran. Intuyo rostros entre la tenue oscuridad. Ella se alza en mitad de la tarima como un crisantemo en flor. El resto de la bandada revoloteamos a su alrededor. Cisnes, delfines, sardinas, bailarinas, compañeras, humanas.

La música se agota pero ella sigue bailando porque no sabe hacer otra cosa. Y yo me quedo quieta, sonriendo hacia la negrura, a la espera de que caiga algún telón que nunca llega.



Ballerina, un relato de Alessandra Alari © 2025



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Autora

Foto de perfil de Alessandra Alari, autora de libros de ficción y Directora de Arte especializada en branding para escritoras

Alessandra Alari

Alessandra Alari es una escritora de ficción española y Directora de Arte especializada en branding literario. Autora de la newsletter auditiva Llamada Perdida y creadora del club de escritoras GR!TA, ayuda por medio de mentorías y talleres a otras creativas a reencontrarse con su creatividad.

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